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Se tiende a denominar con este término el estilo docente que pretende seguir pautas sociales. En contenidos y metodologías se pretende que todos sean capaces de recibir la educación suficiente, de manera igualitaria o al menos equivalente. La acción didáctica debe organizarse para que resulte asequible a la totalidad de los escolares, ya que la educación se mira como derecho radical de la persona y no puede quedar a merced de diferencias injustas de recursos o de incidencias.
Se la suele contraponer con enseñanza competitiva o selectiva, en la que los criterios de emulación o la aceptación fácil de las diferencias de progreso o de adquisiciones culturales se consideran como lo normal.
Aparece la idea de la comprensividad como ideal de los sistemas más socialistas e igualitarios en educación, promovidos por políticas docentes de Estados o grupos autodenominados sociales. Y se pretende contraponerlas con las formulas más burguesas o competitivas de los sistemas tradicionales.
Al margen de la utopía de la igualdad discente (en inteligencia, en voluntad, en apoyos sociales, etc.) la comprensividad docente y discente tiene mucho de positivo y grandes dosis de error.
En lo que se refiere a la educación religiosa, la comprensividad debe ser un criterio mirado con cierta simpatía y puesto en juego con regocijo. No deja de ser un ideal que todos los alumnos en la escuela y los catequizandos lleguen a poseer todos los contenidos que se programan y alcancen los objetivos que se diseñan. La realidad variada de las personas y de los ambientes familiares y sociales se encargan de situar la realidad en el contexto diferencial en el que siempre se desenvuelve el hombre.
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